Conducción sobre nieve y hielo.
Hoy vamos a abordar dos situaciones típicamente invernales que cada año suponen un verdadero quebradero de cabeza para los conductores de nuestro país: la conducción sobre nieve y la conducción sobre hielo, dos escenarios que a pesar de repetirse cíclicamente parece que nos cogen siempre absolutamente desprevenidos. Y como la improvisación es enemiga de la seguridad vial, vamos a ver qué hacer cuando conducimos con nieve o hielo.
En primer lugar, un principio que debe regir todo nuestro comportamiento con nieve o hielo: si no se puede, no se puede. Más vale detener el vehículo y refugiarnos de forma temporal que exponernos a tener una salida de vía o un choque contra cualquier elemento de la carretera… o de fuera de ella. Y es que en determinadas ocasiones la pérdida de control puede ser total. Por eso, si no vemos claro que podemos continuar, más vale desistir.
Pero como no siempre las cosas van a ir tan mal dadas, comencemos por entender cómo conducir sobre nieve o hielo, y la palabra que mejor resume el que será nuestro estilo es suavidad. Suavidad, porque bajo estas condiciones es relativamente fácil que nuestro coche pierda adherencia, y la brusquedad no hará sino precipitar esa pérdida. Cualquier gesto que hagamos, que sea suave.
Cómo conducir sobre nieve.
Partiendo de esa base, el uso que haremos de los mandos del coche cuando nieva tiene que ser extremadamente delicado y preciso. La regla de oro será transmitir la menor fuerza posible a las ruedas cuando aceleramos y pisar el freno lo menos posible. Por eso, se aconseja acelerar de forma suave y sostenida, empleando la marcha más larga posible. Si el coche puede iniciar la marcha en segunda o incluso en tercera, mejor, y siempre con el volante estable, sin movimientos bruscos. El uso del embrague debe ser igualmente suave y sostenido a la hora de conectar la transmisión.
En pendientes descendentes, todo lo contrario: la marcha más corta posible para que el motor nos retenga y así usar el freno de servicio, el del pedal, lo menos posible. Además, será necesario circular siempre a una velocidad moderada y aumentando mucho la distancia de seguridad, siguiendo las rodadas de otros vehículos excepto si la capa de nieve es fina y se ha compactado, dando lugar al llamado black ice, hielo negro o, mejor dicho, que pasa desapercibido al conductor, como el que muestra la foto de arriba. Casi podríamos hablar de hielo invisible.
De vez en cuando conviene que nos detengamos para retirar la nieve acumulada de los pasos de rueda y así evitar que se compacte y nos impida, por ejemplo, girar o enderezar la dirección. En esas detenciones podemos aprovechar para eliminar la nieve acumulada en los cristales.
Porque, por supuesto, la visibilidad también queda afectada por las nevadas, por lo que es necesario encender las luces de corto alcance y, dependiendo de la situación, las luces antinieblas. También puede ser necesario emplear limpia- y lavaparabrisas y tener en cuenta que si hace sol la nieve nos puede producir deslumbramiento.
En casos de poca acumulación de nieve, hay que tener en cuenta que, tal y como pasa con las primeras gotas de lluvia, los primeros copos pueden ser los más deslizantes. Por otra parte, puede ser de utilidad llevar en el coche una bolsa con arena para gatos, que nos ayudará si el coche se queda atascado. Además, conviene mantener la carrocería limpia de la sal que se emplea para impedir la formación de placas de hielo en la calzada.
Cómo conducir sobre hielo
Y hablando de placas de hielo, llegamos al escenario más peligroso, en el que la adherencia es casi nula y donde nuestra pericia a la hora de manejar el vehículo pasa un verdadero examen. Si sobre nieve hay que respetar la norma de la suavidad, sobre hielo es donde esa suavidad debe rayar la excelencia. Por eso, incluso el paso de acelerar a dejar que entre el freno motor se debe realizar con sumo cuidado. La dirección también se verá afectada por la falta de adherencia, de manera que notaremos que el coche flota sobre el hielo.
En realidad, el problema básico del hielo es la facilidad con que podemos perder el control del vehículo, sobre todo si pasamos sobre una placa de hielo inesperada, de manera que un punto imprescindible es estar alerta y saber dónde se forman las placas de hielo para preverlas en la medida de lo posible:
- en zonas húmedas o sombrías, donde apenas toca el sol,
- en las cunetas de carreteras sin arcén o con vegetación que propicia la condensación de humedad,
- en los puentes y pasos elevados, o debajo de ellos,
- también en las entradas y salidas de los túneles,
- en los badenes o depresiones del asfalto.
Si vemos venir la placa de hielo, y en ocasiones se intuyen en forma de asfalto muy brillante o hasta blanquecino, podemos adaptar nuestro comportamiento reduciendo la velocidad antes de llegar hasta la placa, manejando el vehículo con extraordinario tacto al pasarla, olvidándonos del pedal del freno y accionando el volante sólo si es preciso, y siempre con una suavidad exquisita. Notaremos que el coche flota, pero podremos llegar a buen puerto.
Finalmente, hay que tener en cuenta que conducir bajo condiciones meteorológicas adversas nos exige mucho y nos cansa mucho. No forcemos la máquina, y en este caso no hablamos del coche.
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